Después de decenas de conciertos en América durante el año pasado, la cantautora folk estadounidense Brandi Carlile trajo su aclamado Pin Drop Tour a Europa a finales de la semana pasada. Esto tiene dos cosas de particular: la primera es ver a Brandi Carlile y su banda a este lado del Atlántico, aunque tampoco nos emocionemos: la ciudad agraciada fue Londres (de un tiempo a esta parte, la única en Europa que ve a esta gente en directo). La segunda, que el Pin Drop Tour es una gira de conciertos unplugged (“desenchufada”), pero en el sentido más literal, sin confundir este término con el “acústico” de toda la vida: un concierto de folk, no asociado especialmente a ninguno de los discos de Brandi Carlile, de modo que con un setlist que repasa su carrera, sin un solo amplificador o micrófono. Sin un solo cable en el escenario.
Tengo que reconocer que no pensaba escribir una crónica sobre este concierto. El hecho de que se desarrollara en Londres y me cogiera un avión para verlo ya da a entender que estamos ante una artista que me gusta realmente. Por una vez no quería dejar que las ganas de verla, después de muchos años escuchando su música y giras europeas canceladas, promesas de venir que se pierden en el olvido y cierta sensación de que por mucho que me gustara, a Brandi Carlile las personas que la escuchamos en Europa le importamos más bien poco; diera lugar a un relato demasiado personal e incluso irreal del acontecimiento. Finalmente me animo a relatarlo puesto que, fanatismos o admiraciones a parte, me pareció un concierto objetivamente estupendo, y se me ocurren pocas personas a las que no le habría gustado. De paso, sirve para hablar de una artista folk que pocos conocen por aquí, con la esperanza de que alguien se anime a escucharla.
Dos noches con un sonoro sold out desde muchas semanas atrás y muchas, muchas personas de otros países entre la audiencia, dejan entrever lo peculiar del evento. Como explicaban Brandi y los gemelos (Tim y Phil Hanseroth, los extraordinarios músicos que forman su banda y que la acompañan desde antes de que grabara su primer disco), los conciertos de la gira Pin Drop no tienen como objetivo que el público escuche todo: es imposible, por muy cerca que estés, hay cosas que te vas a perder. Lo que buscan es que el recinto sea un miembro más de la banda (y el Union Chapel se portó, al menos en la noche del jueves 12, como un miembro de primera categoría) y que los espectadores puedan escuchar cosas que no se oyen en un concierto de rock normal. Con sus tres magníficas voces y su peculiar manera de dejarse la piel en el escenario, lo consiguen.
Altares, velitas, luz cálida, arquitectura neo-gótica y todo muy muy íntimo en la noche del jueves en Union Chapel
La velada empezó con mucho frío (tanto dentro como fuera de la sala) y tres de los músicos que acompañaban a la banda (dos violonchelistas y un violinista) ofreciendo un pequeño recital con varios temas de pop, que fueron desde The Killers hasta Bonnie Tyler, adaptados a su pequeña orquesta de cámara. Fue un calentamiento agradable, corto y adecuado. De modo que poco antes de las nueve de la noche, comenzaba el concierto propiamente dicho. Cuando una de las bandas que más te gustan (aunque el los últimos años te hayas distanciado un poco de ellos) se sube a tocar a pulmón sobre el escenario de una iglesia Londinense ante algo más de 600 personas y empiezan interpretando tu canción favorita de toda su discografía (Again Today), no se puede ser del todo objetiva. La voz de Brandi Carlile tal vez habría necesitado un par de minutos más de calentamiento antes de subir al escenario, puesto que se quebró un par de veces durante los primeros compases, a capella, de Again Today. Aún así, fue un arranque poderoso, poniendo toda la carne en el asador con una de las canciones más tristes y desgarradoras de toda su carrera, encadenada con ese The Story que le persigue y que hizo bien en despachar en los primeros compases de la noche.
Durante más de hora y cuarto (bastante meritorio, cuando se tiene que llenar con la propia voz un recinto que no es, ni de lejos pequeño), desgranaron un setlist de lo más afortunado. Sin dejarse ni siquiera algún guiño al debut homónimo Brandi Carlile (2005) pero con el foco puesto sobre los dos mayores éxitos comerciales de la banda hasta la fecha; The Story (2007) y Give Up The Ghost (2009), y sin descuidar el The Firewatcher’s Daughter que publicará en dos semanas. Al respecto de este disco interpretaron los dos singles que hemos podido escuchar en los últimos meses, The Eye y The Things I Regret aclarando que, aunque son temas que en el futuro interpretarán en formato eléctrico pero que por ser Londres y nosotros tan monos y tan guays, nos los cantaban. Son dos canciones prometedoras que dan esperanzas de un disco a la altura de sus primeros trabajos. Veremos.
Ni que decir tiene que el entusiasmo del público se palpaba en los casi religiosos silencios que se generaban durante las canciones y las prolongadísimas ovaciones que seguían a todas y cada una de estas. Realmente presenciamos un concierto bello, único y muy personal, pudiendo disfrutar de una voz que no tiene absolutamente nada que ver con lo que se escucha en el formato estudio de Brandi Carlile: un chorro de voz versátil y lleno de matices que no parece tener miedo de fallar si ello le permite ofrecer un mayor registro a los espectadores. Los bises fueron lo fueron verdaderamente, con una cara B (Beginning To Feel The Years) y versiones de Fleetwood Mac y The Avett Brothers para cerrar una noche realmente especial. Se formularon promesas de hacer de girar por Europa una prioridad, se agradeció a quienes habíamos viajado desde lejos el esfuerzo, y se realizó un llamamiento a los gobiernos para detener la discriminación de los adolescentes homosexuales, que en muchos casos lleva al suicidio. Veremos si las promesas se cumplen, pero por ahora solo decir que, en efecto, merece la pena viajar para ver el directo de Brandi Carlile. Esperemos que su nuevo disco esté a la altura.
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